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CONFERENCIA DÉCIMASÉTIMA 279 estas mujeres perdidas, y se dice á nuestras mu- jeres é hijas: Mirad, son mejores que vosotras... En una palabra, señores, y es hombre de teatro el que os habla: no conviene que llevemos á él nuestras hijas... Desde luego, señores, nosotros á nadie convidamos á que venga á escuchar nues- tros dramas... En cuanto á las mujeres, no nece- sitamos invitarlas; viénense ellas... porque allí encuentran quien de ellas se ocupe. En cuanto á las hijas, no las convidamos; no hay modo posible de avenencia entre nosotros y esas almas delica- das que sólo deben recibir ejemplos y lecciones de familia y de la Religión... Nunca debiera lle- varse una hija al teatro... Allí nosotros tenemos que decirnos cosas que las muchachas no deben oir. El teatro es inmoral, y sépase bien que siendo el teatro la pintura Ó la sátira de las pasiones y costumbres, no puede dejar de ser inmoral siendo éstas inmorales.» Sobran los comentarios ante una declaración tan explícita de la desenvoltura y disolución del teatro moderno. Compréndese con esto con cuánta razón la Regla de la O. T. prohibe á los terciarios el asistir á las representaciones licenciosas, como son ordinariamente todas las que hoy ofrece el teatro. El suavísimo San Ligorio califica de peca- do mortal el asistir á tales representaciones Ó cooperar á su sostenimiento. Ahora bien: si todo cristiano está gravemente obligado á apartarse de estos espectáculos pecaminosos, ¿cuánto más lo estará el terciario que, por su vocación, está lla-

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