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CONFERENCIA DÉCIMASÉTIMA 275 AAA A o en materia que se presta á tantos engaños é ilusiones. Por lo que se refiere á vosotros, amados ter- ciarios, la santa Regla que habéis profesado no deja lugar á dudas en este asunto de que nos ve- nimos ocupando. Terminantemente se prohibe en ella al terciario el asistir á bailes y representa- ciones licenciosas, lo cual, á nadie que conozca el carácter y la íntima naturaleza de la O. T., ex- trañará ciertamente. Esta obra de San Francisco, como todas las suyas, lleva el sello de la pobreza, de la humildad y austeridad cristianas; apellídase Orden de Penitencia, sus individuos ostentan in- signias de menosprecio del mundo, un tosco esca- pulario, una pobre cuerda, las cuales cosas les de- signan á los ojos del mundo como profesores de una piedad más fervorosa y observadores de un tenor de vida más ajustado á las máximas del Evangelio. Ahora bien: ¿cómo han de poder her- manarse la penitencia, la sencillez, el espíritu de pobreza, el desprecio de las vanidades del mundo que profesa el terciario, con el refinamiento, el lujo, la sensualidad y molicie, la frivolidad, las di- sipaciones y locuras, en fin, que llevan consigo los bailes y espéctaculos licenciosos? Por donde salta á la vista los poderosos motivos que existen para prohibirse al terciario semejantes diversiones. Está, pues, fuera de duda que el terciario no puede asistir, en primer lugar, á los bailes licen- ciosos, como son generalmente casi todos los que se acostumbran en los tiempos modernos, sin fal-

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