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CONFERENCIA DÉCIMASÉTIMA 273 AA judica grandemente, porque hace al hombre pere- zoso é incapaz para el cu nplimiento de su deberes. YN Il Con lo que llevamos indicado, carísimos ter- ciarios, creemos haber dicho lo suficiente para que se entienda la necesaria dependencia que tienen de Dios y de sus divinas leyes las diversiones Ó sea, lo íntimamente unidas que han de estar la mo- ral religiosa y las diversiones humanas. Diga, pues, lo que quiera el espíritu anticristiano de nuestra época, es indubitable que la Iglesia Cató- lica, maestra infalible de los eternos principios de la moral y fiel intérprete del espíritu del Evange- lio, debe intervenir en todo lo que se refiere á los espectáculos, diversiones y entretenimientos para aprobarlos ó reprobarlos, permitirlos ó prohibir- los, según los juzgue honestos ó inmorales, con- tormes á la santidad cristiana ó contrarios á ella. Consiguientemente, nadie que se precie de ver- dadero católico puede prescindir del criterio de la Iglesia en materia de diversiones, menos aún, obrar contra ese criterio, el cual es, para todo cristiano, ley de moralidad que en conciencia está obligado á observar. Por lo tanto, cuando la Iglesia prohibe la representación de alguna obra dramáti- ca, no es lícito al católico asistir á ella, y haciendo lo contrario, faltaría gravemente á laobediencia que debe á la autoridad de la misma Iglesia. Lo mismo
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