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ARTIE MATUTE RYO CCFRR 264 DE LA MODERACIÓN € de ejercitarse, en lo posible, en esas virtudes; ese cordón y escapulario representan el pobre hábito del Penitente de Asís, y recuerdan sus asombrosas penitencias, su extremada pobreza, su sencillez evangélica y sus demás virtudes. ¿Cómo, pues, podrán hermanarse la vanidad y el lujo con todo eso que significa, recuerda y repre- senta el cordón y el escapulario Franciscano? Por lo que podemos concluir que si en todo cristiano es impropio y desdice de su carácter la vanidad y el lujo, en el terciario es, además un contra- sentido, es soberanamente ridículo; como lo sería, poco más ó menos, en un religioso adornarse con galas profanas y en un soldado colocar sobre el uniforme militar lo que significara afeminamiento y molicie. Como individuo de una Orden que se llama de Penitencia, el terciario ha de mostrar en su vesti- do, en su parte exterior, en el mueblaje de su casa y todas sus cosas, cierto aspecto de austeridad, mayor integridad de costumbres, cierta rigidez é intransigencia en oposición al libertinaje, que todo lo consiente, y á ese malévolo espíritu concilia- dor, que todo lo tolera y disimula con mentidos pretextos. Por más que el mundo se empeñe, el Evangelio de Cristo no dará nuevas orientaciones á los hombres para ir al cielo. Marcado está el ca- mino, que no es ancho sino estrecho, que no está sembrado de flores sino de espinas. El lujo exa- gerado no es ciertamente la senda trazada por Jesucristo para llegar al término dichoso de nues-
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