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CONFERENCIA DÉCIMASEXTA 259 A todo aquel conjunto de miserias que nos ofrece el siglo XIII. En aquella sazón apareció Francisco en el mundo como mensajero de paz, predicando á los hombres la caridad y la concordia, exhortán- doles á la humildad, á la penitencia y al desprecio de las riquezas. Su palabra sencilla, pero intla- mada en amor divino, arrebataba las muchedum- bres, calmábanse las tumultuosas pasiones, se apaciguaban los ánimos, se apagaba el fuego de las discordias, renacía la paz y se desvanecían las rivalidades entre las distintas clases de la socie- dad. Vióse entonces de lo que es capaz la palabra de Dios en labios de un santo, confirmada con los milagros, y más que todo, ilustrada con admira- bles ejemplos de santidad. Los ricos y los pobres, los nobles y los plebeyos se sentían subyugados por la arrebatadora elocuencia del Penitente de Asís, y atraídos suavemente al ejercicio de las virtudes cristianas; más aún, hasta llegó á ini- ciarse un movimiento general en la sociedad hacia el ascetismo y la vida del claustro. Para afianzar este hermoso despertar de las almas, Francisco tuvo la feliz idea de fundar una Tercera Orden para seglares, en la que las almas ganosas de perfección cristiana pudieran satisfa- cer sus deseos y hallar medios abundantes y ade- cuados para realizar sus nobles aspiraciones sin necesidad de apartarse del siglo ni abandonar sus ocupaciones. Como era natural, esta T. O. y la Regla que dictó para la misma reflejan admirable- mente el espíritu, la fisonomía del Santo Patriarca

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