BCCPAM000526-2-19000000000000

a 256 DE LA MODERACIÓN dad, el honrado artesano y el sufrido trabajador, respiraban aún el suave y delicioso ambiente dela religión que templaba sus pasiones y les infundía paz y tranquilidad en medio de los contratiempos de la vida. No habían llegado todavía á esas hon- radas masas del pueblo los emisarios del error con sus locas utopías y soliviantadoras doctrinas; en el pecho del pobre alentaba aún la esperanza cris- tiana, miraban las cosas del mundo, sus riquezas, su gloria y felicidad, no como una dicha suprema, como le enseña hoy día el grosero materialismo, sino como bienes enteramente secundarios, cuya carencia ó posesión en nada afecta al fin para que Dios nos ha creado. Con semejantes cristianos sentimientos, el pobre no se desesperaba, ni sen- tía arder en su pecho la llama de la indignación, ni envidiaba las riquezas, ni ansiaba figurar en el mundo é imitar el lujo de los grandes, ni sentía, en fin, esas impaciencias que hoy día generalmente le atormentan y roban el sosiego y la tranquilidad. Por desdicha nuestra las costumbres han su- frido una transformación dolorosa y funesta; ge- neralmente hablando, ya no es la fe la que las in- forma y regula, sino el espíritu del siglo, saturado de irreligión y de repugnante materialismo; se ama y se procura con desmedido afán la vida de los sentidos y todo aquello que puede darles mayor expansión y deleite. Este es el ideal de la indus: tria, el fin del comercio y el alma de la moderna civilización, tan alejada de la santa austeridad del Evangelio. Consecuencia de esto ha sido el incre-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz