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EE sh PA A 252 DE LA MODERACIÓN Pa o Ved en estas palabras, amados terciarios, conden- sadas las tendencias, las aspiraciones y las obras del mundo reprobado por Jesucristo; ahí tenéis sy fisonomía exacta, su retrato verdadero. La sober- bia es el alma, el espíritu que anima á ese mundo enemigo de nuestra salvación; la concupiscencia de la carne es el manjar con que se nutre, y la concupiscencia de los ojos, las vanidades con que se entretiene y se distrae. Esas tres malignas concupiscencias que des- truyen la virtud y siembran la perturbación en el orden de las ideas y en el orden de las costum- bres, esas tres grandes pasiones que constituyen la vida íntima del mundo y propenden á establecer en la tierra el reinado del orgullo, de la codicia y de la sensualidad; esas tres concupiscencias, repi- to, tienen en las costumbres una manifestación única que es como su fruto natural; fruto veneno- so, como no podía menos de serlo, procediendo de un árbol tan dañino. Ese fruto mortífero es el lujo; producto simultáneo de la concupiscencia de la carne, de la concupiscencia de los ojos y del orgullo de la vida. Porque como dice un ilustre y sabio orador (1): «El lujo tiene al orgullo por padre, á la sensualidad por madre y por nodriza á la codicia.» Por eso, á medida que se desarrollan y entronizan en el mundo esas tres funestas concupiscencias, aumenta y se propaga el lujo y se extiende á todas partes como río desbordado, causando en la fami- (1) Padre Fétix de la Compañía de Jesús.

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