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CONFERENCIA DÉCIMAQUINTA 245 solamente como un acto devoto, mediante el cual se afilian á la O. T. como pudieran afiliarse á cualquiera otra asociación piadosa. Con seme- jante concepto de la profesión no es posible que la O. T. produzca en sus individuos la renovación del espiritu cristiano, el incremento de las virtu- des, el desarrollo de la vida perfectamente cris- tiana y la restauración del imperio de las máximas del Evangelio en las costumbres, cosas todas eilas que son el fin capital que se propuso conseguir el Seráfico Patriarca por medio de su T. O. Es bien seguro que si los santos de la familia terciaria no hubieran tenido más elevado concepto de su profesión, si la hubiesen mirado con la indi- ferencia y superficialidad con que la miran hoy día muchos terciarios, no habrían dejado en el mundo la luminosa estela de heroicas virtudes que traza- ron á su paso por la tierra; la terciaria Santa Mar- garita de Cortona no diera tantos ejemplos de austeridad y penitencia, ni ofreciera rasgos tan admirables de caridad San Roque, ni fuera tan desprendido el bienaventurado Luquesio, ni tan humilde Santa Isabel, ni tan celosos los reyes ter- ciarios San Luis y San Fernando. Todos estos santos y los demás que ha tenido la dicha de pro- ducir en el transcurso de los siglos la V. O. T., tuvieron muy distinto concepto de la profesión que el que comúnmente se tiene hoy día: al profesar llevaban el firme propósito de emprender una vida de mayor perfección, se creían obligados á aspirar á la santidad cristiana, á copiar en sí las virtudes 17
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