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AR A rro 244 PROFESIÓN A ha dado el carácter de Orden al estado del tercia- rio, la profesión de éste merece en recompensa la misma promesa de la gloria que se hace á los re. ligiosos en su profesión. Por donde se ve que la Iglesia reconoce en la Regla de la O. T. una fuerza santificadora bastante para asegurar la vida eterna, Mas no olvidéis, hermanos terciarios, que la promesa que os hace en la profesión es una pro- mesa condicional: se os promete la vida eterna á condición de que seáis fieles á vuestra vocación, que correspondáis con las obras á la santidad de vuestra profesión, cumpliendo los Mandamientos de Dios y de su Iglesia y observando la Regla de vuestra Orden. Esto es lo principal y más indis- pensable para que surta efectos saludables vuestra profesión y consiga la O. T. el fin para que ha sido instituída y sobre lo cual voy á deciros cuatro palabras para poner término á esta conferencia. Si buscamos la causa de los escasos resultas dos que la O. T. produce en nuestros días, si examinamos el origen de donde procede ese de- caimiento lamentable, esa postración y esa vida lánguida, pobre y miserable que arrastran muchas congregaciones terciarias, hallaremos que es la falta de un íntimo convencimiento en muchos ter- ciarios de la excelencia de su profesión y de los deberes que ésta impone. Muchos la miran, no como una profesión religiosa que les constituye en un estado que les obliga, aunque sin pecado,á perfeccionarse, á llevar una vida más perfecta y más arreglada que la de los otros cristianos, sino
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