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CONFERENCIA DÉCIMAQUINTA 243 IO los santos de su Orden y por las oraciones y buenas obras de todos los que son sus hermanos por el vínculo común de una misma profesión. Si á esto añadimos la regalada promesa que se le hace en el momento de emitir la profesión se verá aún más claro lo saludable de los efectos que ésta produce y cuánta semejanza tienen con los de la profesión de los religiosos. Efectivamente: como la profesión de éstos es un pacto solemne en virtud del cual quedan ellos irrevocablemente consagrados á Dios y obligados á la práctica de los tres votos monásticos, Dios, que es el término de este contrato religioso que acepta en la persona de la Iglesia, se compromete también por medio de ella á galardonar al que lo hace cumplidamente y con toda la esplendidez propia de su augusta grandeza. Y así, apenas el religioso ha pronun- ciado sus votos, Dios hace oir su voz, por el órgano del que recibe la profesión para hacerle la promesa más consoladora que pudiera desearse, contenida en estas palabras: «Y yo de parte de Dios si observares estas cosas te prometo la vida eterna.» Pues de la misma manera: cuando el terciario ha emitido su profesión, la Iglesia que la recibe y acepta en nombre Dios le dirige la misma consoladora promesa. ¿Puede darse un resultado más halagieño y consolador que el que produce la profesión del terciario? Aunque éste no hace votos ni contrae en conciencia nuevas obligaciones sobre las que tienen los demás cristianos, sólo porque la Iglesia $ 3 4 A Ey A 15% 4 dias a a A - ES A A IA

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