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CONFERENCIA DÉCIMACUARTA 229 glo de los asuntos de su conciencia, haciendo una confesión general que tranquilice su alma, y esta- blezca una línea divisoria entre su vida pasada y la que se propone comenzar con la profesión de la Regla y vida de la O. T.; que se trace un tenor de costumbres acomodado á sus ocupaciones y á las exigencias de su estado en el que conceda el tiempo debido á los ejercicios de piedad, á la fre- cuencia de Sacramentos, á las buenas lecturas, al examen y á la meditación de las verdades eternas. Obrando de semejante manera, el noviciado sería en verdad como un jardín donde brotasen lozanos tallos de fervorosos terciarios que luego se convertirían en árboles frondosos á cuya som- bra se cobijarían los pueblos y las familias, para preservarse del sol de la impiedad. Así podrían realizarse las risueñas esperanzas de reforma so- cial que los Soberanos Pontífices acariciaban con la propagación en el mundo de la obra más popu- lar del Serafín Llagado; de este modo, finalmente, el noviciado de los terciarios vendría á ser como plantel de esforzados cristianos y denodados cam- peones que, unas veces con el ejemplo y otras con las palabras y con las obras, fueran el dique que detuviese las olas de la irreligión y el ejército de- fensor de la causa de la Iglesia. Ni creáis, amados terciarios, que pedimos de- masiado al pretender para los candidatos á la O. T. semejante forma de noviciado. La Iglesia lo ha establecido, y, una de dos, ó ha de quedar in- cumplida su ordenación ó el noviciado ha de mon- 16

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