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CONFERENCIA DÉCIMATERCIA 213 vivas simpatías, tierno afecto por su hábito, y que, mientras los mundanos tanto aman y estiman sus vanidosas condecoraciones y se enorgullecen de poderlas ostentar ante la sociedad, mirase él con desdén, sin interés y con marcada indiferencia, las insignias de la O. T., que son incomparablemente más estimables que todas las distinciones honorí- ficas del siglo. Pero aún sería más deplorable que llegase á tanto el apagamiento de la devoción y del espíritu de un terciario, que, por temor al fantasma de los respetos humanos, rehusase llevar públicamente, en las ocasiones acostumbradas, el cordón yel escapulario. Cobardía imperdonable sería ésta, indigno proceder de un hijo de San Francisco, que señaladamente ha hecho profesión de menos- preciar los impíos y locos pareceres del mundo. En los menguados tiempos en que vivimos, no será raro encontrar en las filas de la O. T. alguno de esos espíritus apocados que tiemblan ante la esfinge de la impiedad moderna, á quienes asusta una palabra despreciativa, una sonrisa burlona de los incrédulos, algunos terciarios, en fin, que tengan empacho de ostentar los distintivos de su amor y devoción al Serafín Llagado. Estos terciarios no serán ciertamente de la raza de aquellos otros que, por su valor y ente- reza en defender la fe y los derechos de la Iglesia, merecieron ser apellidados por el Papa Grego- rio IX <Soldados de Cristo, nuevos Macabeos.» No pertenecerán á la generación de aquellos ¡lus- 15

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