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210 DEL HÁBITO DE LA O. T. A A Digamos, por consiguiente, hermanos míos, que el mundo se muestra extremadamente injusto y apasionado en los insultos que dirige á vuestra piedad y en los denuestos con que moteja á los que, como vosotros, tienen el valor cristiano de vestirse del hábito de Penitencia. ¿Por qué se burlan de los terciarios? Porque á imitación de San Francisco, se ciñen una Cuerda á la cintura y se cubren de un escapulario de sayal, ¿Y á esto llaman servilismo indigno y sujeción ignominiosa? Pues qué, ¿no es la base de la moder- na civilización la libertad omnímoda Ó, mejor dicho, el libertinaje, el desenfreno y la licencia, que todo lo permite y lo autoriza? Y en estos tiempos en que se consienten pasear por el mundo tantas desnudeces y se toleran tantas locuras y extravagancias, ¿por qué se ha de recriminar á los que, llevados de la devoción á un santo, quieren vestirse como él? Y si á esto se llama servilismo, ¿cómo apellidaremos á esa rendida obediencia que los mundados prestan á las leyes que impone la vanidad, la soberbia y las desatentadas costumbres de lá época? Esclavitud, y la peor y más humillante de todas, esclavitud indigna é irracional. Si no decidme, hermanos míos: ¿Puede darse yugo más vergonzoso que el que impone la moda á sus locos seguidores? ¿Qué es la moda? El gran señor del mundo, el árbitro de las costumbres y etiquetas del siglo, el capricho de un hombre ó de una mujer que desde su salón
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