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6 ORIGEN DE LA V. 0. T. dole los admitiese en su compañía; siendo tantos los que esto solicitaban, que San Francisco hubo de negarse á sus deseos, temeroso de que algunas ciudades de Italia quedaran despobladas, á conse- cuencia de los muchos que pretendían abandonar el mundo y abrazar la vida monástica. ¡Felices aquellos tiempos en los que tan her- mosos resultados producía la palabra del Evan- gelio! En vista de tan saludable conmoción, persua- dióse el Santo de la necesidad de encauzar aquel movimiento religioso, de aprovecharse de aquel hermoso despertar de las almas para atraerlas á Jesucristo, renovando en ellas el verdadero espí- ritu cristiano. Para ello era preciso excogitar un medio fácil y universal, crear una institución á la que pudieran pertenecer indistintamente todos los que se sentían atraídos á la penitencia y mejora- miento de sus costumbres, sin que fuera preciso abandonar el mundo y trocar el propio estado. En busca de luz é inspiración, acudió San Francisco, según su costumbre, á la oración y no tardó Dios en manifestarle lo que convenía hacer en aquella ocasión tan propicia para la virtud. Así es, que en la primera oportunidad que se le ofreció habló á su conmovido auditorio en estos términos: «Sabed, hermanos míos, que el Señor me ha revelado una traza con la cual podréis ser como religiosos, sin que para esto hayáis de abandonar vuestras familias y ocupaciones; yo escribiré una Regla ayudado de la luz del Divino Espíritu, os

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