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200 LA TERCERA ORDEN Y LA MUJER Con esto he terminado lo que me había pro- puesto decir sobre la influencia de la O. T. en la santificación de la mujer. Sólo me resta dirigir dos palabras por vía de exhortación á las herma- nas terciarias, á quienes principalmente va ende- rezada la presente conferencia; palabras que qui- siéramos quedasen imborrables en su memoria y esculpidas en su corazón. Por lo que llevamos dicho á grandes rasgos, aparece claramente el hermoso ideal y los levan- tados propósitos de la O. T., al elegir á la mujer como objeto preferente de su solicitud y cuidado. Pretende hacer de ella un instrumento de regene- ración, una palanca semejante á la que pedía Ar- químedes para mover el cielo y la tierra, esto es: se propone, por medio de la mujer, llenar la tierra de virtudes y el cielo de santos; quiere servirse de ella para difundir por doquiera la luz de las verdades católicas y el fuego sagrado de la religión; valerse de la mujer terciaria, como de vehículo para llevar á la familia y á la sociedad el tesoro de la morál del Evangelio; en una palabra, por conducto de la mujer se propone la O. T. reformar las costumbres y restaurar todas las cosas en Cristo. Honroso es confesar que la mujer terciaria ha comprendido su vocación y ha sabido llenar cum- plidamente los designios que la O. T. tiene sobre ella; no ha defraudado sus esperanzas en ninguna ocasión, antes bien aprovechando los abundantes medios que le ofrecía la institución del Serafín de
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