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CONFERENCIA DUODÉCIMA 199 dos, por lo cual su marido y sus hijos se levanta- ron para aclamarla y bendecirla.» ¿Y no es esta la mujer que necesita la familia y la sociedad para su dicha y bienestar? Sf; el mundo necesita mujeres de sacrificio, mujeres fuertes que sepan infundir alientos al marido en los momentos críticos de la vida, mujeres humildes que desprecien el lujo y no se cuiden sino de la felicidad de su esposo y de sus hijos, mujeres, en fin, llenas de caridad para ser el paño de lágri- mas de su casa y el bálsamo consolador que cica- trice las heridas de los individuos de su familia. Pues semejantes mujeres sólo se forman en la escuela de la perfección Evangélica, de la que es un fiel trasunto la V. O. T.; allí es donde se aprenden esas virtudes cívicas tan indispensables para la buena marcha de los pueblos. Fuera de esa escuela la mujer aprenderá otras doctrinas y copiará otros ejemplos muy distintos: aprenderá el orgullo y la altanería que la hacen insufrible á su marido é insoportable á sus domésticos; la vani- dad y el ansia de placeres que la empujarán á salir de su esfera con perjuicio de los intereses de la familia; la independencia y la insubordinación, causa de todos los trastornos del hogar, y en fin, fuera de la escuela del Evangelio la mujer apren- derá las máximas destructoras y los ejemplos del mundo, con los cuales, lejos de ser instrumento de regeneración, será, por el contrario, origen de males sin cuento y causa de hondas perturba- ciones.

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