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CONFERENCIA PRIMERA 0 mostaza que, no obstante, ha de convertirse en árbol frondoso; humilde como la violeta que exhala su perfume entre la menuda hierba del campo, y silenciosa como el manso arroyuelo que cruza la pradera. Ved si no cómo tuvo principio la V. O. T. de Penitencia, según lo refieren los anales de la Orden Franciscana. La portentosa vida de San Francisco de Asís, su asombrosa penitencia, su admirable y ardentí- ma caridad, su celo incansable por la salvación de las almas, los estupendos milagros que obraba, y, en una palabra, aquel conjunto de heroicas virtu- des que le hacían aparecer como la viva imagen de Jesús Crucificado, llegaron á entusiasmar y conmover de un modo sobre manera extraordi- nario los pueblos de la Edad Media. Mirábanle las gentes como á un Apóstol enviado por Dios y acogían sus enseñanzas como oráculos celestiales. Su predicación, sencilla y despojada del artificioso ornato de la humana elocuencia, pero inflamada de amor divino, arrebataba á las muchedumbres, pe- netraba sus corazones, enardecía sus almas y las atraía hacia Dios con impulso irresistible, incli- nándolas poderosamente al desprecio de las cosas terrenas y despertando en ellas la afición de las celestiales y eternas. Llegaba á tal extremo la devoción y fervor religioso suscitado en aquellas gentes por la predicación del Santo, que al termi- nar ésta acudían á Él multitud de personas de todos los estados y clases de la sociedad, rogán- 2
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