BCCPAM000526-2-19000000000000

CONFERENCIA UNDÉCIMA 183 modo se portaron los mártires, que prefirieron los tormentos y la misma muerte antes que hacer traición á su fe y á su Dios. De la misma manera procedieron los confesores y todos lós Santos de la Iglesia Católica, arrostrando los desprecios y las iras del mundo por no amoldarse á sus desórdenes. Y así hemos de proceder, finalmen- te, los que nos preciamos de buenos católicos, prefiriendo, en todo caso, la persecución y la guerra, á la perniciosa paz que el mundo nos ofrece. Jesucristo vino á traer la paz al mundo, y en su nacimiento la anunciaron los ángeles á los hom- bres de buena voluntad; pero esa paz no es ni puede ser la paz de los sepulcros, la paz que en- gendra corrupción, y que consiste en la cesación de esa eterna lucha entablada, desde el origen del mundo, entre la verdad y la mentira, la virtud y el vicio, entre los hijos de Dios y los secuaces de Luzbel. El mundo, como dice hermosamente el Padre San Agustín, está dividido en dos grandes ciudades: la ciudad de Dios y la ciudad del demo- nio; entre estas ciudades y sus moradores no puede haber paz, armonía ni alianza alguna, sino que se han de repeler constantemente, se han de hacer perpetua guerra. No soñéis, por lo tanto, en una paz quimérica exenta de contradicciones, de luchas y sufrimien- tos: Los que quieren vivir piadosamente en Jesu- cristo—dice el Apóstol —tienen que sufrir perse- cución. Omnes quí pie vivere volunt in Christo

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz