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182 DE LA CONCORDIA jamás nos será permitido conformarnos con su conducta, ni transigir por ningún motivo ni por pretexto alguno con sus desórdenes. Sed, pues, enemigos de esa paz corruptora que consiste en no hacer guerra al error y á la inmoralidad; abo- rreced esas malhadadas alianzas y concordias que algunos incautos pretenden establecer entre los católicos y sus enemigos; ningún fin práctico, ningún buen resultado pueden traer para la gloria de Dios esas detestables añagazas. En las cosas indiferentes, cosa muy laudable es ceder, avenirse con los que opinan de un modo contrario al nuestro, á trueque de mantener incó- lume la unión y la concordia. Obrando así, induda- blemente practicaremos un acto meritorio de cari- dad y de abnegación. Aun en las cosas buenas, podemos portarnos de la misma manera, sacrifi- cando nuestros buenos deseos, cuando no pueden realizarse sin entibiar las cordiales relaciones ni la santa armonía. Pero lo repetimos: en las cosas manifiestamente malas no puede darse paz, sino guerra; con el error y con la inmoralidad no po- demos pactar alianzas ni mantener concordias de ningún género, sino manifestarnos siempre adver- sarios declarados y resueltamente decididos á com- batirlos sin tregua y. sin descanso. Así lo hicieron los Doctores de la Iglesia, que estuvieron en constante lucha con las herejías de su tiempo, arrostrando los destierros, las cárceles y los más crueles padecimientos antes que aceptar la paz con que les brindaban los herejes. De este

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