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CONFERENCIA UNDÉCIMA 181 bieréis hecho, cuando la humildad hubiere echado profundas raíces en vuestro corazón y la abnega- ción cristiana, incesante y general, sea la que pre- sida todos los actos de vuestra vida, entonces, seguramente, podréis ser apóstoles de la paz, ángeles de unión entre vuestros hermanos, man- tenedores de la concordia y fraternidad con todos vuestros semejantes. Mas conviene tener en cuenta, amados tercia- rios, que la concordia á que estáis obligados como cristianos y como hijos de San Francisco, ha de ser enteramente cristiana, esto es, basada en la fe y en la moral de Nuestro Señor Jesucristo. Porque no sería buena paz ni concordia, aquella que para mantenerse fuera preciso abdicar de vuestras creencias religiosas ó transigir culpablemente con el error y la inmoralidad. Lejos de vosotros seme- jante concordia, mil veces más perjudicial que todas las disensiones. La paz ha de tenerse en Dios y para Dios, con la verdad y con los que la aman, con la moral del Evangelio y con los que la practican. Pero con los enemigos de Dios y de su Iglesia, con los herejes y sus cómplices, con los que simpatizan con el error, no puede el católico sostener relaciones de paz y de caridad, porque no es posible unir la luz con las tinieblas, á Cristo con Belial. Estamos obligados á amar á nuestros enemi- gos y perdonarlos generosamente; pero jamás nos será lícito unirnos con los enemigos de Dios para su exaltación ni para el logro de sus empresas; 13

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