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CONFERENCIA UNDÉCIMA 177 gación que tiene por lema y por fin principal el fomentar la paz en la familia y en la sociedad, á menos que arrepentido de su mal proceder corrija su conducta y se imponga la abnegación indispen- sable para soportar las flaquezas del prójimo y poder así viyir en armonía con sus hermanos. Una de las virtudes más recomendables, por lo tanto, la que con mayor empeño ha de procurar el terciario, debe ser ese amor á la concordia, tan eficazmente preceptuado por su Regla, el cual debe primeramente echar profundas raíces en el corazón, y establecerse con solidez incontras- table en el interior del espíritu, pues de lo contra- rio inútil sería intentar cualquier otra paz, impo- sible de todo punto mantener la concordia y la unión con sus semejantes. Sabido es que el origen de todas las desave- nencias que alteran el orden en el mundo y destru- yen la fraternal caridad es la soberbia, la inmortifi- cación, el excesivo apegamiento al propio parecer, en una palabra, el desarreglo de las concupiscen- cias. Unde bella et lites in vobis nonne hinc e.x concupiscentiis vestris? (1). Decía el Apóstol: «¿De dónde nacen las riñas y pleitos entre voso- tros? ¿No es de vuestras pasiones, que hacen la guerra en vuestros miembros?»; esto es, se sirven de ellos para oponerse á los dictámenes del espí- ritu. De consiguiente, sin el concierto de esas concupiscencias, sin el ordenamiento del reino (1) Jacob., IV, 1.
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