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CONFERENCIA UNDÉCIMA 176 et septimum detestatur anima ejus... eum quí seminat in ter fratres discordias. Dios tiene aborrecimiento infinito á todos los vicios; pero el sembrar discordias es vicio que no sólo odia, sino que le es detestable, como la mayor abomi- nación, como la acción más innoble que pueda cometerse, como el pecado más execrable. Y es que la discordia se opone más directamente que ningún otro pecado á los planes de la Divina Providencia, contradice la voluntad de Dios en aquello que Él más se complace, impide aquella hermosa fraternidad de los hombres tan deseada de Cristo, y destruye, en fin, en las almas los frutos de la Redención, á saber: la paz, la justicia y la fraternal caridad. II Todo cristiano, por consiguiente, debe aborre- cer cosa que Dios tanto abomina y apartarse de ella como de veneno mortífero, y monstruo horri- ble que ha causado incalculables estragos á la humanidad y daños sin cuento á los pueblos; pero con mayor motivo debe hacer esto el ter- ciario de San Francisco, que sobre las obligacio- nes comunes del cristiano tiene además las que voluntariamente se ha impuesto al abrazar el Ins- tituto Seráfico, toda vez que el vicio de la discor- dia, es el más contrario al espíritu evangélico de aquella institución y á las prescripciones de su Regla, la cual expresamente dispone que los que

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