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172 DE LA CONCORDIA I De los menguados encantos que ofrece la vida humana, el más bello, el más agradable de todos, el que tiene mayores atractivos, el que señalada- mente suaviza las escabrosidades que á cada paso hallamos en los caminos de nuestra peregrinación sobre la tierra, es, sin duda, la unión, la buena inteligencia con nuestros semejantes, la concor- día entre los hombres. Como es bella la vida del universo mientras guardan perfecto equilibrio, y no se altera el orden y la armonía establecido por el Creador entre las diversas partes y elementos distintos que la componen, así también es hermosa y pla- centera la vida social en tanto que los hombres conservan entre sí las mutuas relaciones de mora- lidad que Dios les ha dado para mantenerlos siem- pre acordes y hermanados. Dios es unidad esencial é increada, es el tipo supremo de la concordia, pues las tres Personas de la Beatísima Trinidad se mantienen, eterna y esencialmente unidas en una misma naturaleza. Esa concordia infinita del sér de Dios, reverbera admirablemente en todas sus divinas obras, en los cielos, en la tierra y especialmente en el hombre, condensación maravillosa del universo. Dios, por lo tanto, ha de amar el orden, ha de complacerse en el armonioso concierto que ofrecen las volun- tades y corazones unidos de los hombres. Y así

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