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CONFERENCIA DÉCIMA 167 flaquezas del sacerdote para censurarlas, ni oídos para otra cosa que para escuchar lo que de ellos refiere la mala prensa Ó la maledicencia de los enemigos de la Religión. Aunque el sol aparezca alguna vez á nuestra vista eclipsado por alguna nube, no por eso pierde en sí mismo su luz y calor, ni deja por esto de comunicarnos sus bené- ficas influencias; de la misma manera, tampoco pierde su dignidad el sacerdote aun cuando la veamos eclipsada con alguna mancha, ni deja por eso de comunicar al mundo los celestiales influjos de los Sacramentos que administra y del sagrado ministerio que desempeña. Con esto terminamos lo que se nos ha ocurri- do decir á propósito de la prescripción de la Regla que hemos venido comentando. Haga Dios que los terciarios de nuestros días, imitando los nobles ejemplos de amor y obediencia á la Iglesia de sus antepasados, sean también intrépidos defensores de la causa del Catolicismo y de los derechos del Pontificado. De este modo serán el apoyo firmí- simo de la Religión en estos calamitosos tiempos y un motivo de consuelo para el Vicario de Jesu- cristo, de quien merecerán una vez más las ben- diciones y elogios.—Amén. — a a a AROS PA pamt a —
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