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CONFERENCIA DÉCIMA 163 para los cristianos, cualquiera que sea su estado ó6 condición, sino que es el Representante de Dios en la tierra, que tiene jurisdicción directa é inme- diata sobre los obispos, sobre los sacerdotes y sobre los simples fieles. Por consiguiente, entre él y todos los cristianos del mundo, median rela- ciones mutuas é inviolables, como las que tiene el súbdito con su superior, el hijo con su padre y el discípulo con su maestro, que todo esto, y más, es el Sumo Pontífice para los católicos. Es no sólo nuestro Superior, sino el Rey au- gusto de la Monarquía cristiana, con jurisdicción plenísima para gobernar las conciencias, dictar leyes é imponer preceptos. Lejos, por tanto, de ser extraña su autoridad para ningún católico, al contrario, á todos se extiende y á todos compren- de y obliga, puesto que todos son objeto de su universal jurisdicción. La obediencia, pues, al Papa, la entera sumisión de la voluntad á sus de- terminaciones, el acatamiento á las leyes que de él emanan, en cualquier forma que se transmitan, no es cosa indiferente para nadie que pertenezca á la comunión católica, sino obligatoria. El Romano Pontífice es, además de esto, el Padre común de los fieles, al que todos deben amar y reverenciar, y con mayor razón los que pertenecemos á alguna de las familias Francisca- nas, toda vez que el Seráfico Patriarca tanto se distinguió en esto y tan eficazmente lo recomendó á sus hijos. Sea, pues, el Papa objeto preferente de vues-
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