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162 OBEDIENCIA Y ACATAMIENTO A LA IGLESIA — soliviantadoras del orden establecido por Dios en su Iglesia, presentan al Papa como una potencia extranjera, con la cual nada tienen que ver los que no viven en Roma; como una autoridad extraña, con la que no nos liga ningún género de deberes, como una institución, en fin, que ninguna influen- «cia inmediata puede ejercer sobre los cristianos. De aquí han nacido esos epítetos con que suelen tildar los enemigos del Pontificado á los buenos católicos, apellidándolos papistas y ultramonta- nos, lo cual, en verdad, lejos de ser una afrenta, en vez de constituir una injuria para nosotros, es, por el contrario, un título de gloria que debemos mucho estimar, porque nos declara amantes del Romano Pontífice y adictos á su autoridad sacro- santa. El terciario, pues, ha de vivir prevenido contra tales máximas para no inficionarse con ellas ni dejarse seducir de los que, bajo un pretexto ú otro, so color de política ó de patriotismo, se proponen alejar los corazones de los católicos del Vicario de Jesucristo. No os dejéis engañar, ama- dos terciarios, de los que pretextando defender una mal entendida soberanía del Estado, no se proponen otra cosa que mermar las legítimas fa- Cultades y los derechos indiscutibles del Soberano Pontífice en todo lo que se refiera á la fe, á la moral, á la jerarquía eclesiástica y á la disciplina religiosa. El Papa no es, como pretende el liberalismo, potencia alguna extranjera ó autoridad extraña
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