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CONFERENCIA DÉCIMA 159 tificios, Patrimonio de San Pedro, que en el trans- curso de los siglos había formado la piedad de los fieles para que sirviera de trono á los Papas y de: garantía absoluta á la independencia y libertad necesarias al Jefe supremo de la Iglesia católica. Contra este brutal despojo protestaron indignados los católicos, clamaron, aunque en vano, los hijos fieles de la Iglesia. En cambio, callaron los gobier- nos de Europa y, si no aplaudieron, tácitamente aprobaron tal iniquidad y tan tremenda injusticia; reconocieron al rey usurpador y abandonaron al Vicario de Jesucristo, que en su tribulación sólo pudo protestar de la afrenta recibida y excomulgar á sus expoliadores. Una sola voz se dejó oir para defender al desvalido prisionero del Vaticano, la voz de un terciario, el intrépido García Moreno, Presidente en aquel entonces del Ecuador. Hijo queridísimo y sumiso de la Iglesia católica, no podía sufrir en silencio el oprobio de su madre en la persona del augusto Representante de Dios en la tierra; así es que se apresuró á protestar contra tamaña iniquidad por medio de- uno de sus minis- tros en la forma siguiente... «Atacada la existencia del Catolicismo en el Representante de la unidad católica, en la persona sagrada de su augusto Jefe, á quien se le ha privado de su dominio temporal, única y necesaria garantía de libertad é indepen- dencia en el ejercicio de su misión divina, es inne- gable que todo católico y, con mayor razón, todo gobierno que rige á una porción considerable de católicos, tiene no sólo el derecho, sino el deber 1d Ba A ES A PEE

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