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CONFERENCIA DÉCIMA 155 ella una consecuencia lógica del espíritu que les informa, y que les transmitió como preciosa he- rencia su bienaventurado Fundador. Francisco fué llamado justamente por Grego- rio IX, Varón Católico, Apostólico, Romano, y esto á causa de su especialísima devoción á la Iglesia, por su profundo respeto al sucesor de San Pedro y por la omnímoda dependencia que tuvo de la Silla Apostólica en todos los actos de su vida. Y bien mereció semejante elogio el que, entre todos los fundadores de Ordenes religiosas, fué el primero que sometió la suya á la aproba- ción de la Iglesia, cuando aun no había ley canó- nica que á ello obligase; el que, en el principio de la primera Regla, hace protestación de su amor y obediencia á la Iglesia con estas bellas palabras: «Fr. Francisco promete obediencia y reverencia al Señor Papa Honorio y á sus sucesores canóni- camente elegidos y á la Iglesia Romana;» el que pide, finalmente, para protector de su Orden á uno de los Cardenales de la Iglesia, á fin de man- tener, por este medio, inviolablemente unida á la Cátedra Apostólica su Familia Religiosa. Por todo lo cual, á nadie puede extrañar el que los franciscanos hayan sido siempre tan adictos á la causa del Papa, que no es otra que la causa de Dios. Lo que causaría verdadera extrañeza sería el que de otro modo hubieran procedido, porque seguramente se hubiesen apartado de las enseñanzas y de la voluntad expresa de su ex: celso Patriarca, hubieran degenerado 'de aquel

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