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! I Ñ q 1 $ o 11 111 148 118 ip 144 DE LAS BUENAS COSTUMBRES santidad y perfección por medio de la oración, del recogimiento, de la pureza de conciencia, del fervor de la piedad, de la pobreza cristiana, de la obediencia y de la castidad. Un terciario debe vivir en medio del mundo, y usar de este mundo como quien no usa de él, conforme al aviso de San Pablo; debe ser como un religioso entre los seglares, apartado de sus máximas y gustos de- pravados, de sus engañosos placeres y de las ilusiones que son causa de su ruína.>» Mas comprenderéis, amados terciarios, que para llevar una vida conforme á los designios del P. San Francisco, es indispensable valerse de medios adecuados; y puesto que la vida del per- fecto terciario ha de ser tan parecida á la de los religiosos, muy semejantes han de ser también los medios que emplee para conseguir las virtudes propias de su profesión. No extrañéis, pues, que os diga que el terciario debe, ante todo, concertar su vida; ordenarla, trazarse un plan de conducta, de suerte, que viva sujeto á él como los religiosos á su Regla. Esto, al parecer, de poca monta, es sin embargo un medio muy eficaz de perfección cristiana, porque, como enseña el P. San Agus- tín, el orden conduce á Dios, y al propio tiempo, sirve grandemente para evitar la ociosidad, origen lamentable de todos los vicios. Conviene, por tanto, que tengáis una distribu- ción prudente del tiempo en consonancia con las exigencias de vuestra profesión y estado; hora fija para levantarse y ofrecerá Dios las primicias

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