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140 DE LAS BUENAS COSTUMBRES harto consuelo de nuestra alma hemos visto reuni- dos allí la flor y nata de las almas piadosas, ejer- citándose en un género de virtud y perfección que, la verdad sea dicha sin mengua de nadie, no hemos hallado en ninguna otra asociación piadosa. Bien comprenderéis, hermanos terciarios, que no decimos esto para despertar en vosotros la vanidad, sino más bien para estimularos eficaz- mente á corresponder á la alteza de vuestra voca- ción y para que os persuadáis de la obligación que tenéis de observar unas costumbres tan honestas y tan sólidamente cristianas, que por ellas solas os reconozca el mundo como hijos é imitadores de San Francisco. Un terciario de costumbres, no digo ya escan- dalosas y desarregladas, sino poco morigeradas; que por frivolos pretextos se permite quebrantar las leyes de la Iglesia; que no repara en pronunciar palabras, si no blasfemas, indecorosas y malso- nantes; que profana los días festivos, bien traba- jando en ellos sin verdadera causa y sin la debida autorización, bien empleando las fiestas en el juego y en diversiones mundanas en vez de gas- tarlas en el culto de Dios y en la santificación del alma; que frecuenta círculos y reuniones de dudosa moralidad; en una palabra, un terciario que practica á medias la religión, observando unos preceptos y quebrantando otros á su antojo, en manera alguna debe pertenecer por más tiempo á la familia Fran- ciscana, ha de ser expulsado de la O. T. si no enmienda sus costumbres, porque su conducta | ! Ñ | | l 1 1 | 1 |

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