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CONFERENCIA OCTAVA 133 dra aprenderéis, en las enseñanzas del Evangelio, cuanto os conviene saber para alcanzar la más alta sabiduría, que consiste en amar á Dios sobre todas las cosas y servirle con toda perfección. Nutrid vuestro espíritu con esas celestiales doc- trinas, y para nada os hará falta la vana é hincha- da sabiduría de los impíos. Seguid las máximas y santas costumbres de nuestros mayores tan llenos de fe y fervor cristiano, y dejad á los incrédulos que se rían de vuestra sencillez, que no es otra cosa que el ejercicio de la vida cristiana, siempre tan agradable á Dios como aborrecible á los malos. Algún día cuando Nuestro Señor galardone con eterna recompensa lo que los necios del mundo tienen por fatuidad despreciable; cuando los malos vean á la luz de la eternidad lo extraviados que anduvieron en este mundo exclamarán: «Hemos errado y jamás seguimos el camino de la verdad... ¡Insensatos de nosotros! El tenor de vida de los justos nos parecía una necedad, y su muerte una ignominia; les hicimos blanco de nuestros escar- nios, y he aquí que ahora les vemos contados en el número de los hijos de Dios, y su suerte es estar entre los santos. Nos hemos fatigado en seguir la carrera de la iniquidad; hemos andado por senderos fragosos sin conocer los caminos del Señor. ¿De qué nos ha servido la soberbia Ó qué provecho nos ha traído la vana ostentación de las riquezas?» (1) Hasta aquí son palabras de (1) Sap., V.
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