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130 INTEGRIDAD Y PUREZA DE FE católicos, es cosa que desdice grandemente de un cristiano y más de un hijo de San Francisco. No queremos con esto decir, claro está, que el terciario haya de convertirse en un constante pre- dicador, ni que deba siempre reprender y corregir las demasías y exabruptos de la impiedad; pero sí que jamás debe ocultar sus creencias, ni omitir cosa alguna de las que deba hacer, por temor á los extraviados pareceres y á las burlas insensa- tas de hombres sin freno y sin conciencia que blasfteman de lo que no entienden. Mas para obrar de esta manera se necesita una fe muy acrisolada y de gran temple, la cual no puede tenerse sin un cuidado exquisito en mirar por su conservación. Cuando de veras estimamos una cosa, no hay medio ni diligencia que no pongamos para conser- varla. Porque se estima la salud, por eso se hace tanto por guardarla, y porque los hombres apre- cian y tienen en tanto las riquezas, por eso hacen tan grandes esfuerzos para conseguirlas y aumen- tarlas. Así también el que ama la fe como se merece, el que la prefiere á todas las cosas del mundo como es justo, huye de todo aquello que puede menoscabarla ó enflaquecerla, se aparta de todo peligro de perversión, y aborrece lo que de algún modo puede manchar su pureza. El trato frecuente con los incrédulos, la amis- tad con personas que miran con indiferencia las cosas de la Religión, la conversación habitual con los que forman una monstruosa amalgama de los

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