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128 INTEGRIDAD Y PUREZA DE FE ciario en orden á la pureza é integridad de fe que le exige su estado. En los menguados tiempos que alcanzamos, es esto tanto más necesario cuanto es mayor el número de los que rehusan sacar la cara por la fe cuando las circunstancias lo reclaman, y, por ver- gonzosas cobardías y condescendencias crimina- les, ocultan sus creencias cristianas, disimu- lan su entusiasmo religioso y hasta aparentan incredulidad ó despreocupación, para sustraerse, por este medio, á las burlas y escarnios de la impiedad yá las ridículas invectivas de los sec- tarios. Muy lejos ha de estar el terciario de semejante desatentada conducta, que tiene todas las apa- riencias de una apostasía y es en realidad una vi- llana traición á los principios católicos que se profesan y una miserable deserción de la bandera de Jesucristo, á quien los tales se sonrojan de confesar como á su Rey delante de los hombres. La fe del terciario no sólo ha de ser pura, exenta de todo error, sino que ha de ser además firme, sin vacilaciones de ningún género, que no las puede tener el que presta asentimiento á la pala- bra de Dios. Ha de ser animosa, como el que sos- tiene la causa de la verdad; intrépida, como el que pelea á la sombra y amparo de su Dios; valerosa, que no repare en exhibirse y mostrarse al mundo cuando conviene á la gloria de Dios y al honor de su Religión; ha de ser, finalmente, una fe gene- rosa que no perdone sacrificios, que no omita

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