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CONFERENCIA SÉPTIMA 109 según el espíritu de su Orden, el que practique, en la forma compatible con su estado, las virtudes características de los religiosos franciscanos, amando la pobreza y procurando estar desprendi- do de las riquezas; practicando la castidad corres- pondiente á su estado; distinguiéndose en la doci- lidad y obediencia á las leyes de la Iglesia y reglas de su Orden; siendo modesto en el vestir, humil- de en su trato y conversación, sufrido y paciente en las adversidades, generoso en el perdonar, ca- ritativo en remediar los menesterosos, devoto y fervoroso en sus actos de piedad, principalmente en la frecuencia de Sacramentos, versado er la lectura de libros piadosos, y, en una palabra, pro- curando que todas sus acciones estén impregna- das de un espíritu sólidamente cristiano. Todo lo cual inculca, á cada paso, la T. O. en su Regla, y con esto consiguió ella santificar tantas almas y dar frutos tan copiosos de bendi- ción. Sin este espíritu interior, la O. T. quedaría reducida á la categoría de cualquiera otra herman- dad ó cofradía piadosa, perdería su carácter de Orden y desaparecería toda su influencia moral. Cuando el Augusto Pontífice León XIII, de gloriosa memoria, señalaba á la O. T. como el mejor remedio con que curar los males de la actual sociedad, como antídoto de la masonería y el instrumento más eficaz para introducir y afian- zar en la familia las costumbres cristianas, sin duda aludía á su excelente espíritu, con el cual espera- ba que esta obra de San Francisco, como en sus
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