BCCPAM000526-2-19000000000000

106 ESPÍRITU DE LA Y. O. T. de la Iglesia; abstenerse de parcialidades y con- tiendas; no perjudicar al prójimo en su hacienda; no tomar las armas sino en defensa de la Religión y de la Patria; ser moderado en el porte y la comi- da; huir del lujo y de las peligrosas seducciones de los bailes y teatros.» Confírmanos esto mismo el propósito que tuvo San Francisco, al instituir la T. O., el cual no fué otro que proporcionar un medio eficaz que satis- faciese cumplidamente el deseo de perfección claustral que su fervoroso celo y ardiente palabra había despertado en el clero secular y en los segla- res, los cuales se lamentaban de no poder seguir el movimiento general que llevaba á todos al reco- gimiento y á la soledad, por impedírselo legítimas obligaciones. Con esto el Seráfico Patriarca, se propuso llevar al siglo la vida religiosa, hacer llegar el ascetismo de los claustros hasta los segla- res, introducirlo en el hogar doméstico y en las costumbres de los pueblos y saturar, de este modo, el ambiente de la sociedad con el delicioso aroma del Evangelio. Ahora bien: el espíritu de la vida religiosa no es otro que el del santo Evangelio; la observancia de sus consejos, la guarda de sus amonestaciones y el cumplimiento de sus preceptos, sintetizado, todo esto, en los tres votos que constituye la esencia del estado monástico. Luego la V. O. T., que es, como si dijéramos, la prolongación de la vida religiosa al estado seglar, necesariamente debe estar animada del mismo espíritu de las órde-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz