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CONFERENCIA SEXTA 99 Pensad, pues, carísimos terciarios, en la dicha que os cabe, por vuestra profesión, de ser parti- cioneros de tantos sacrificios, de tantos sudores y fatigas, y de ese conjunto de amarguras y penali- dades que constituyen la vida azarosa del misio- nero católico. Mirad, por otro lado, una multitud de religiosos franciscanos ocupados de día y de noche en ejer- cicios no menos saludables y en obras tan merito- rias como las de los misioneros. Unos interrumpen el sueño y se levantan á la media noche para cantar las divinas alabanzas; otros celebran el Santo Sacrificio de la Misa y administran los Santos Sacramentos; éstos, estudian, predican y escriben en defensa de las verdades de nuestra santa fe; aquéllos, enseñan y se ejercitan en toda suerte de obras de misericordia, y todos, finalmente, se emplean en santos ministerios, siendo á la vez anacoretas en el convento y apóstoles y doctores en el ministerio eclesiástico. Ahora bien: ¿qué mayor dicha puede apetecerse que entrar en la participación del fruto y mérito de tantas y tan saludables obras? Pues tal es la que disfruta un terciario, tan inmensa felicidad le proporciona su afiliación á la V. O. T.; sin ser apóstol ni misionero, sin ser sacerdote ni religioso, goza de los inmensos frutos y merecimientos de los sacerdotes, religiosos y misioneros de la Orden Seráfica. Ved, pues, si con sobrada razón pudiera com- pararse la V. O. T. á la tierra prometida; porque
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