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98 GRACIAS Y PRIVILEGIOS DE LA V. O. T. Maestro, recorren el mundo haciendo bien á sus semejantes. ¡Qué hermoso espectáculo ofrece esa multi- tud de hombres consagrados enteramente al ser- vicio de Dios y ocupados de continuo en extender su reino y promover su gloria por todos los medios imaginables! No hay obra de caridad ó de celo en que ellos no se empleen; ni hay empresa del honor de Dios, por ardua que sea, que no acometan con denodado esfuerzo. Unos abandonando su patria, dando un adiós á sus padres y renunciando, ¡tal vez para siempre!, á las más caras afecciones del corazón, después de atravesar procelosos mares, aportan á playas inhospitalarias para ejercer su apostolado en países de infieles ó dominados por la herejía. ¡Cuántas fatigas soportan, qué tri- bulaciones experimentan, á qué género de priva- ciones no están sujetos, de cuántos peligros se ven rodeados, qué trabajos, en fin, no padecen y qué sacrificios tan costosos no se imponen para difundir la luz del Evangelio entre los indios de la América, los idólatras del Asia y las tribus erran- tes del Africa! Como el Apóstol, estos incansables operarios de la religión, hallan peligros en todas partes: peligros en el mar, peligros en-los caminos, peli- gros en las ciudades, peligros en los desiertos, peligros de parte de los herejes y gentiles, peli- gros de parte de los malos cristianos, sellando, de ordinario, su apostolado con el derramamiento de su sangre y con el sacrificio generoso de su vida.

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