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ocean connie 26 El Nino acepté con dulce sonrisa aquel sublime don de la po- breza, y colocado todo en el cestito, tomé el camino de Nazareth. — Maria estaba en el portal de la casa, suspirando por la llegada de Jestis. El Divino Nifio la saludé con amor, y luego.entré con su Madre para saludar 4 San José, y alli reunidos les refirid cuanto le habia sucedido, Habldles de la rica dama que le habia rechazado sin socorrerle, y de la buena Serdpia que con tanta bondad le habia tratado. —Vos sois el Dios y Sefior de cielos y tierra,—le dijo enton- ces Maria—El presente, el pasado y el porvenir todo os es bien conocido ;Quereis decirme, Duefio mio, cual sera la suerte de estas dos mujeres, que de modo tan diverso os han recibido? —La dama que me rechazé—dijo Jestis,—es con todo benéfica para con los demas. Hace el bien con pompa y busca la recom- pensa en las alabanzas del mundo: por ello vera multiplicarse sus tesoros, llenarse sus graneros y rebosar sus lagares. Para ella serdn los bienes de la tierra. — Y la’ mujer de la cabafia—se -atrevid 4 decir San José. Jestis, mirando con carifio 4 sus padres, cuya pobreza herdica y perfecta le tenian enamorado, respondid. —jOh! esa dichosa mujer seguird sufriendo la escaséz de bienes y las fatigas de la vida en compafiia de sus hijos y de su marido. En cambio, ni 4 ella ni 4 los suyos ha de faltar nada de cuantos hay en los infinitos tesoros que enriquecen por toda una eternidad. Luego, levantando con viveza sus azules ojos 4 lo alto y unidas sus manecitas sobre el pecho, prosiguid: —Madre mia, padre mio, de los tales es el reino de los cielos. Saier

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