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24 Sube aquella escalera de mdrmol; pero no toques el pasamanos de bronce dorado, porque podrias empafiarlo; y, sobre todo, respeta las pinturas de las paredes. Anda ligero, que en la sala ya encontraris quien te introduzca. : Jesus, manso y humilde, no toc6 la barandilla de bronce ni se arrimo 4 las pinturas murales, bien que sabia que con tocarlas no ha bia de disminuir su hermosura, sino que més bien la hubiera realzado. Una vez llegado 4 la antesala, se le repitid esta pregunta: — Qué quieres? Después de obligarle el esclavo a limpiar sus piececitos en una estera de palmas para que no manchara las alfombras de Esmirna que cubrian el pavimento, afiadid: —La sefiora ésta mafiana da audiencia hasta 4 los mas desdicha dos, y ésta es precisamente la hora sefialada. Dicho esto, abre la puerta, y Jestis, siempre humilde, entra, sa luda, y aguarda modestamente que se le dirija la palabra. —:Qué es lo que pretendes, Nifio gracioso?—dice la dama muelle- mente recostada sobre alto trono de ébano labrado, incrustado de oro. —Mi Madre Maria se encuentra sin pan en casa, y me manda presentarme a vos, porque tenemos hambre. — Pero no trabaja José? —No, sefiora; hace quince dias que se halla enfermo. —Yo no distribuyo mis limosnas, sino entre los pobres que se hallan sin ningun recurso, y José es obrero. —Mi Madre dice que no le fueron pagados sus ultimos trabajos, y como no teniamos ningun ahorro... —jOh, ya, ya! jNo faltaba mas, sino que tuviera que atender yo a todas las miserias! José es buen carpintero, lo sé bien, porque le he hecho trabajar, y cuando haya recobrado la salud ganara para cubrir los atrasos y sostener 4 su Nifio y 4 su Madre. jNo, no! Me bastan ya mis pobres, y nada puedo dar mas. Ea, vete presto! Jestis, siempre manso, dulce y humilde, no dejé de saludar res- petuosamente 4 la gran dama; tomé luego la puerta y bajo la esca- lera, saludando también carifiosamente 4 los esclavos; y siguid pensa- tivo el camino que de Siménidas conduce a Nazareth. No cantaba ya. Habia cumplido 4 la sazén siete afios, y desde la mafana no habia probado bocado. De pronto se detiene y escucha atentamente. De una humilde. choza, cuya puerta y tinica ventana estaban abiertas, salen los acentos de unas tiernas vocecitas que le interesan sobremanera.

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