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267 los arboles y oir los tiernos villancicos de Umbria, por todos cantados y repetidos por el eco de los montes. Francisco llo- raba de alegria sin poderse contener. En la Misa oficid de de Didcono, cant6é solemnemente el Evangelio y después predicé de las grandezas y misericordias del Mesias, 4 quien llamaba tiernamente el EL NiNO DE BELEN. Cuantas veces le ocurrié pronunciar el dulce nombre de Jestis, tuvo que detenerse y se le alteré la voz, asi como si estuviera saboreando riquisima miel, 6 si oyera interiormente y quisiera grabar en la memoria armoniosas notas de un celestial concierto. El caballero Juan Velita, hombre muy digno de crédito, que abandoné el servicio de las armas para consagrarse mejor al de Dios, aseguré bajo juramento haber visto un_ nifio, aparentemente dormido, sobre quien se inclinaba nuestro Bienaventurado Santo, llendndole de besos, como para despertarle. La paja que habia estado en con- tacto con la aparicién fué luego causa de muchas curaciones milagrosas. ‘Nadie es capaz de decir la alegria con que los fieles recibieron la institucién de semejante fiesta. Santa Clara fué de las primeras _ en ‘introducir en todos los conventos de su Orden esa tierna cos: tumbre, que consiste en representar en las Iglesias, durante las fies- tas de Navidad, el establo de Belen y el nacimiento del Salvador. Siguiendo los ejemplos del Serafico Padre, por si misma dirigia todos los preparativos y hallaba un encanto inexplicable en co- locar al Nifio en el pesebre, en mezclar su-voz con los canticos de los angeles, y en considerar la amabilidad infinita del Verbo en carnado. La devocién al Santo Pesebre, propagada por los hijos.de San ‘Francisco, llegé a ser universal ha ya mucho tiempo; mas en nin, guna parte tiene tanto encanto y sencilléz como en los Conventos de nuestra Orden serdfica, 4 la cual se debe buena parte del en tusiasmo con que se celebra actualmente el Nacimiento del Nifio Jestis, quién parece haber querido pagar a esta lo que ha trabajado én propagar su devocién, reposando visiblemente en los brazos de mnchos Santos y Santas de la Orden, entre los cuales sobresalen S. Antonio de Padua y S. Félix de Cantalicio. 34

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