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& a 252 mas con que ha enriquecido mi divina diestra 4 la hechura de mis manos, 4 la nifia de mis ojos, 4 mi hija predilecta, Maria. Hoy se han realizado en el tiempo mis eternos decretos y mi augusto Vicario en la tierra acaba de poner el sello al mas glorio- so de todos, declarando 4 mi Madre libre de la inmundicia del pecado que llevan al nacer todos los hijos é hijas de Adan; faus- tisimo acontecimiento que trae alborozada y como fuera de si 4 mi Iglesia militante.» Y los espiritus bienaventurados se acercaron. Y comenz6 el desfile de aquella innumerable. misteriosa pro cesién, la mas rica, hermosa y solemne que jamas contemplaron los siglos. Abrian majestuosamente la marcha los venerables ancianos Adan y Eva, revestidos de largo y finisimo ropaje deslino. Seguian 4 estos los Patriarcas, Profetas y justos de los anti- guos tiempos quienes 4 una con nuestros primeros Padres, quitan dose la corona de zafiros y diamantes, que orlaba sus frentes, postraronse sobre sus rostros delante del trono de la celestial Sefiora y la depositaron 4 sus purisimas plantas. Acercironse a con'inuacién los santos todos del nuevo tes tamento Y los Apéstoles la ofrecieron sus cruces, los Martires sus palmas, los Confesores sus coronas, y sus lirios y azucenas las Virgenes. El Padre Eterno empufié entonces el cetro en su mano y dijo asi: «Aqui esta tu reino, hija mfa primogénita y predilecta. Tu trono se alzaraé ma soberbio y magestuoso que todos los tronos de la tierra, pues tan solo el solio de mi gloria ser4 mas esplendente, Y te llamaran bendita por siempre todas las generaciones. Y te servirdn de rodillas los cortesanos de mi_ reino.» El Padre bendijo 4 su Hija con inefable ternura y didle 4 besar su diestia Omnipotente Y descendid humilde de su trono el Hijo del Altisimo y estampoé un désculo ardiente en la frente castisima de su Madre. «Oh! y qué hermosa eres, amiga mia, dijo el Espiritu Santo, cuanbella y agraciada! No te scpararas de mi lado, Esposa mia.» Mientras tanto aquella inmensa muchedumbre que nadie po. dra contar, de todas naciones y tribus, pueblos y lenguas que desfilaran ante el trono, cantaban a grandes voces, diciendo: «Bendicién, gloria, sabiduria, acciédn de gracias, honra. po- der, y fortaleza4 nuestra Reina inmortal Maria Inmaculada por los siglos de los siglos.»...... Callaron todos... y la voz de la Virgen argentina y mages- tuosa se levo hasta las alturas del trono del Altisimoe: «Humildisima sierva vuestra, hechura de vuestras manos, mon- tén de polvo vivificado por un soplo de vuestra Omnipotencia, it i : ;

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