BCCPAM000525-6-22000000000000

243 arrebataba—dice el agustiniano Oyero—los dnimos de todos sus oyentes, como el rapido arroyo lleva tras si las menudas arenas: como filésdfo, pasa como axioma el dicho de que si la filosofia no hubiese ya antes existido, él sins duda la hubiera inventado; como tedlogo, fué digno—dice el jesuita Busieres - de contender con Santo Tomas, y mil lenguas de sabios le saludan y reverencian como el principe de la escolastica teologia; como jurista, se muestra en innumérables citas perfecto conocedor del derécho civil y candnico, como escriturario, ahonda tanto en la interpretacién de San Pablo, que el dominico Sixto Senense, leyendo en Leén de Francia un trozo de su «Comentario sobre la Epistola 4 los Romanos», le _ alaba de estar dotado de admirable sutileza y erudicién; como pen- sador finalmente, nadie llev6 la agudeza del discurso mas alla que la llev6 Escoto, nadie como él manejé la dialéctica, esgrimiéndola a guisa de poderosa maza, cuyos rudos golpes son verdadera- mente irresistibles. A todo esto junt6 una erudicién no menos asombrosa; la Es- critura, los Padres, el Derecho, la Historia, los autores profanos y gentiles, los escritores drabes y cristianos, todo lo hace servir para la causa que defiende, y escrito suyo hay que, en él solo, cita mds de setecientas veces 4 un mismo Padre de la Iglesia. En sus obras, finalmente, que son innumerables y abarcan to dos los ramos del saber, resplandece erudicién grandisima, especu- lacién genial, gran precisién cientifica, asombroso talento, Bien sabidos son los datos biograficos del incomparable maes- tro franc scano para repetirlos en este momento que no lo consien- ten los estrechos limites de un articulo. Su aparicién sobre la tierra fué ya extrafo prodigio de la paternal munificencia y providencia de Dios con la Orden de los humildes 4 la vez que sabios hijos del Serafin de Asis, pues nacié al mundo en el mismo afio del Sefior 1274, en que el serafico Doctor San Buenaventura muri6é en el Concilio Lugdunense, teatro de sus postreros y mas brillantes triunfos. Los principales panegiristas del Doctor Sutil no han dejado de admirar esta singular coincidencia siendo en verdad asombro so que al ocultarse en el cielo aquel esplendente sol de la virtud y de la ciencia, Dios enviase 4 difundir sus primeros rayos, como ningunos claros y esplenderosos, esa otra estrella también de pri- mera magnitud, pudiendo conjeturarse que fué su nacimiento pre- mio de aquella muerte, pues el haber ofrecido la Religién serafica su mayor doctor para unién y defensa de la Iglesia, hasta morir en la palestra victorioso, parece se le debia otro doctor del mismo espiritu é inteligencia que fuese su universal maestro Lo fué Escoto, en efecto, y la fama de su saber, que fué en su tiempo universal y de estupefaccién inmensa ha llegado hasta nosotros con un cardcter de inmortalidad que sdlo él disfruta entre los sabios: su triunfo de la Inmaculada. Por eso el Congreso Ma- riano de Lyon ha creido, al pedir juntamente con la Orden de los 31

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz