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238 * —jYa no tenemos hijo!—sollozé la madre, viéndole sin movi- miento.—Si-—grit6 luego, notando que fijaba la mirada en el te- cho.—Hijo de mi alma, no me abandones! René continuéd como engolfado en las dulzuras de un éxtasis divino, sin oir los gritos y lastimeros ayes de sus padres, que tan pronto le creian muerto como le juzgaban vivo, segun los varios sintomas que presenciaban sus ojos. —Mam4a; papd—murmuré después de un rato, reflejando una ? sonrisa en sus entreabiertos labios.—La Virgen quiere curarme.. . —Hazlo asi, Virgen Santisima - exclamaron los dos esposos, cayendo de rodillas y levantando los ojos al Cielo. —Escuchadme—afiadia René, cada vez mas animado.—La Virgen me ofrece la salud si voy 4 Lourdes. —jVirgen de Lourdes, bendita seas!—gritaron transportados de alegria. El nifio derramoé una ldgrima, y continud: —La Virgen pide también para curarme la voluntad de mis padres asi me lo ha dicho. ;Qué decis vosotros? Sus palabras revestian el cardcter que pudiera imprimirles un angel; nadie hubiera negado el asentimiento 4 los acentos conmo- vedores del nifio, zc6mo podrian negdrselo sus mismos padres? Ambos le estrecharon de nuevo en sus brazos, gritando con frenesi: — Vive con nosotros, hijo de nuestras lagrimas! ... --Y que mudéis vuestra conducta en lo sucesivo: esto es lo , pide la Virgen para concederme la salud. ;Lo prometeis? —jLo prometo!—aseguré la madre, poniéndose la mano en T el corazon. : —jLo juro!—afiadié el padre, besando la frente del hijo. . —jTengo fé; seré curado!—conc'uy6 éste, cerrando tranquila mente los ojos, mientras los autores de sus dias lloraban de con- suelo, como lloran los arrepentidos. fe El dia 15 de Abril, miércoles de Pascua, 4 los cuatro dias de esta escena, llegaron 4 la estacién de Lourdes la madre y el hijo, bien persuadidos de obtener la gracia prometida, 4 pesar de las frases desconsoladoras de cuantos se le acercaban. —jPobre madre!—decfan unos —jCémo alucina el carifio! —No pide la salud de un enfermo, sino la resurreccién de un muerto—afiadian otros. —La Virgen lo puede todo—aseguré una anciana, que ayudé , a colocar al nifio en la camilla.—Vete, hijo mio, al «trono de los’. } ‘milagros.» Curards si asi conviene--afiadié tapdndole la cara. a El pobre René no se did cuenta de nada hasta sentir la im | presién del «agua milagrosa», que bafiaba su cuerpo. Sufrié enton- t ces una ligera sacudida; abrid los ojos sobresaltado, como desper- tando de un profundo suefio; miré sonriente 4 su pobre madre, que mezclaba sus ldgrimas con el agua de la piscina, y exclamé, ; dejando coirer dos perlas por sus descarnadas mejillas: ° —Gracias, Virgen de Lourdes, gracias! ‘3
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