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215 LA HORA DE LAS CURACIONES. Alla arriba han cerrado las puertas de la Basilica. Solo quedan abiertas las de la iglesia subterranea, y en el fondo de la capilla se vé de lejos centellear los cirios, Enmudecen los canticos. Un ruido sordo semejante al de un torrente que corre sobre guijarros se eleva de esta masa, que concepttiio al menos de 15,000 personas. Muy cerca de mi 1esono un grito: «Paso 4 los enfermos; hagan el favor.» La multitud se separa, y entonces, joh! entonces, asisto al especta- culo mas triste y conmovedor que en mi vida haya visto, Ciertamente pasaron ante mis ojos visiones horribles: la catas- trofe de Saint Mandé, la carniceria del Bazar de la Caridad y tantas otras; pero jamas, no, jamds estuve tan violentamente impresionado como lo fui ahora. Angarillas llevadas por dos 6 cuatro hombres; mujeres, doncellas, nifios estaban acostados, pobres seres que no tenian mas que el aliento, pobres criaturas lisiadas 6 descarnadas por el raquitismo 6 la tisis. Algunos tienen los ojos cerrados y la nariz afilada-con todas las sefiales de la muerte, Manos piadosas les hacen respirar revulsivos, que quedan sin efecto, y los camilleros van de prisa 4 los hospitales, 4 donde no llevaran quizds mas que un cadaver. Otros miran, con ojos muy abiertos, la multitud que les rodea, y sus miradas son siniestras y tan desesperadas que quebrantan el corazon, Heos aqui madres que acompafian 4 sus hijos, que tiritan de frio bajo los abrigos que los envuelven, y no sé lo que me parece mas horroroso, la miseria del hijo 6 la afliccién de la madre, El desfile continua. Pasan las angarrillas siempre, y siempre seres mas desgraciados desfilan ante mis ojos. Después de las an- garillas viene los cochecitos, donde estaén sentad«s los paralilicos. Estos causan menos dolorosa impresién, y su cara parece reflejar como una vaga esperanza. Es que, en efecto, Lourdes es el santuario faborable 4 los paraliticos, cojos 6 atrofiados. Al tiempo de las peregrinaciones apenas se pasa dia sin que uno de estos desgraciados se levante de repente de su cama, y arrojando sus muletas corra hacia la Gruta milagrosa 4 ofrecer una accién de gracias en agra- decimiento del uso de un miembro recobrado, que él crefa perdido para siempre jamas. Precisamente 4 mi derecha se levanta un grito, y se produce un remolino en la multitud. Avanzo también y veo que una mujer con la cara iluminada por una alegria sobrenatural, se levanta del cochecito en el que se la llevaba, y se pone 4 caminar, mientras que al rededor de ella padres, amigos y desconccidos, caen de rodillas alabando 4 la Virgen. Me entero: esta mujer estaba paralitica hacia 16 afios, y de suibito ha encontrado su antiguo vigor. j|Qué expresién en su cara atin flaca y palida! j{Qué alborozo! Habla, camina y sus manos juntas se alargan hacia la basilica en el fervor del reconocimiento y del amor inconmensurables.
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