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ee ae TLE OF aT NaS aE aaa Ce eeAT 206 ministros, y en sus inefables designios quiso que ese mismo go- bierno que antes los expulsara con tanta ignominia, los llamase ahora con vivas instancias, reconociendo el error grave cometido por sus antecesores, error aprovechado por los ingleses, los cuales se han apropiado de gran parte del terreno conquistado por los misioneros capuchinos para Venezuela. Colombia, Ecuador, Argentina, Chile, Canada, Pensilvania, Ma- ryland y otros puntos de la América son testigos del celo aposté- lico de los humildes hijos de San Francisco desplegado entre los indios cocinas, arrumacos, goagiros, tupinambas, araucanos, iroque- ses y otras mil tribus barbaras del Norte y Sur de América. Los capuchinos de Normandia evangelizan Cabo Verde y Se- negamibia; Juan de Valencia, con doce religiosos italianos se interna en la Guinea septentrional, predica la fe de Jesucristo en Benin y Overrey; mas de sesenta capuchinos penetran en el Congo, Matamba y Angola, convierten a4 la altiva y feroz Zingha, reina de Matamba, : que, hautizada por los portugueses, habia vuelto al paganismo, cons- truy6 varias iglesias, protegid durante su vida la Religién cristiana, y su deseo era que todos sus stibditos la abrazasen, Esta misién : importantisima perdiéd muchos y valiosos misioneros, algunos de los cuales sirvieron de banquete a los jagas. Al mismo tiempo, los capuchinos franceses enviados por la Pro- paganda al Africa, recorren el Egipto, Tunez, Argelia y Abisinia, donde fueron martirizados los Beatos Agatdngelo y Casiano y los Padres Querubin, Félix, Antonio de Virgoleto, José de Altimo y An- ; tonio de Petra Santa. Los que se libraron pasaron 4 las Gallas, pais : regado con los sudores del Emmo. Cardenal Massaya por espacio de treinta y cinco afios. Su interesantisima obra, «Mis treinta y cinco afios en la alta Etiopia», es suficiente para demostrar 4 los enemi- gos de la Iglesia el papel importante que desempefan en el mundo los misioneros catdlicos. E] Padre José de Paris, conocido en el mundo por Francisco L. Clere del Tremblay, fué nombrado superior de la gran Mision de Oriente. Grecia, Constantinopla, Palestina, Georgia, Scio, Esmirna, Alepo, Babilonia, Mesopotamia y Persia fueron atendidas por este celosisimo apéstol, enviando misioneros 4 todas ellas con tan felices resultados, que el Romano Pontifice y la Propaganda le pidieron mi- sioneros para Tunez, Argel, Cairo y Naxia. La sagrada Congregacién de Propaganda Fide envié al gran Tibet en 1707 una misién de capuchinos, los cuales convirtieron mu- chos infieles al cristianismo después de penosisimos trabajos, sufri- mientos y persecuciones; mas envidiosos los /amas 6 ministros de los idolos del bien espiritual que producian en el pais las exhorta- ciones de los misioneros, los arrojaron del Tibet, dirigiéndose al Gan- ges, Madras, Pondinchery, Agra, Bettiah, Lahore, Rajpootana, Alla- habad, importantes sitios del Indostan, en los que permanecen todavia en la evangelizacién de mas de cien millones de infieles. Esta misién tiene la actualidad un Arzobispo, dos Obispos, un Vicario apostd- 4 ia RRL arabes

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