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ret weeomanl - Has misiones capuchinas. “ yy ya su celo apostédlico no encontraba campo suficiente en los estrechos limites de Europa. Su fundador y Padre San Francisco les habia ensefiado, con algunos siglos de anticipacién, el derrotero de su apostolado: el Africa les sefiala primero sitio a donde el Santo se encamina para predicar la luz del Evangelio y hacer reverdecer los tiempos de Antonio, Agustin, Cipriano, Lac tancio, Perpetua y Felicitas, destruidos por el fanatismo de los aga- renos y la perversidad de monjes_ cismaticos; pero Dios le detiene en su camino, obligandole 4 regresar 4 su amada Porcitincula. Mas tarde les deja en herencia el Asia, porque fué tierra conquistada por él, _ bafiada con su sudor, santificada con sus trabajos y penalidades, como antes lo habia sido por el Redentor del género humano: y si alli no consiguid derramar su sangre en defensa de la fe, como era su mds ardiente deseo; si su espiritu se entristecio al verse colmado de honores, regalos y riquezas por el cruel perseguidor de los cristianos, el Solddn; si no confirmé su naciente orden con la sangre de sus venas, fué porque sus hijos habianse adelantado a su Padre, recibiendo la palma del martirio en Marruecos, donde las carceles, azotes, hambre, sed, insulto y otros exquisitos tormentos fueron los tinicos regalos de que gustaron los protomartires de la Orden franciscana. No en vano se gozaba el Santo fundador con la muerte gloriosa de sus primogénitos, pues se mostraron dignos hi jos de tan santo y celosisimo Padre. Mas si creen nuestros lectores que la historia de la misiones franciscanas se reduce al tiempo de San Francisco, y que después de su muerte se acabé la época de los varones apostdlicos, estan en un grave error, que hoy nos proponemos evidenciar en lo que atafie 4 la orden de Menores Capuchinos, fecunda madre de martires y misioneros celosisimos que recorrieron todo el mundo en busca de seres desgraciados para convertirlos y ensefarles la hermosa ley de Jesucristo. Por los afios de 1551, Juan de Zuazo, sacerdote capuchino de Medina del Campo, y Juan de la Pulla, italiano, sufrieron horro- roso martirio en el Cairo por predicar la fe de Jesucristo 4 los mo- ros. Antes de su muerte predicaron la falsedad de la secta de Mahoma Py» afios contaba de existencia la reforma de los capuchinos,
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