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191 a la abnegacion de esas almas puras y heroicas, que con sus oraciones lo libran de muchos males y castigos del cielo. j;Ah! si. nos fuese dado penetral en el misterio de los secretos de Dios y de la historia, : quedariamos admirados de los prodigiosos efectos de su intervencién, atin en las cosas puramente humanas. ;Se quieren pruebas en de- mostracién de nuestro aserto? Pues léase la vida de Sta Clara de Asis, y se hallaré en cada pagina la demostracién de ‘lo que decimos: SAN ROQUE CONFESOR TERCIARIO. peste, nacid en Montpellier el afio 1285. Habiendo quedado sin padres cuando tenia 20 afios, en- contrése duefio de una educacién esmerada y de un opulentisimo patrimonio. Distribuy6 con el mayor secreto entre los pobres todo cuanto pudo recoger de sus rentas; y como la edad no le per- mitfa disponer ni enajenar los bienes raices, dejé 4 un ‘hermano de su padre la administracién de ellos, y, disfrazado ‘de peregrino, huyo de su patria y tomo el camino de Roma. Cuando llegé 4 la Toscana supo que la peste causaba terribles estragos enla ciudad de Aquapendente; y movido de un ardiente deseo de asistir 4 los apestados y de sacrificar su vida en aquel ejercicio herdico de caridad, logré después de muchas stiplicas que el administrador del hospital le admitiese de enfermero. Luego que Roque anduvo con los apestados, cesé la peste en la ciudad: lo mismo sucedié ‘en Cesena y Roma. En esta ciudad, lo antes que pudo, postrédse Roque 4 los pies del Vicario de Jesu- cristo, y le pidid su bendicién y la absolucién de sus pecados. 7%, hijo mio, respondié el Papa, 4 vista de un resplandor milagroso que rodeé el cuerpo del Santo, ~o mecesitas de nuestra absolucion; Nos. si que tenemos necesidad de tus oraciones. Preguntdle ‘después de donde era, y cual era su familia; 4 esto enmudeciéd Roque y el Papa comprendié que no era prudente insistir mds en sus pre- guntas. Mas tarde supo que la peste asolaba la ciudad de Plasencia, y aella se dirigid el Santo para continuar su caritativa misién. Encerrado en el hospital y curando por su mano las llagas de los enfermos, permitié el Sefior pata mds purificarle, que se contagiara de tan repugnante enfermedad. Despert6é una noche sobresaltado por agudisimo dolor en la_ pierna izquierda, y temiendo molestar a los otros apestados con los gritos que le obligaba 4 lanzar tan acerbo dolor, no cesé de suplicar hasta que consiguié lo sacasen del hospital y lo dejaran en medio de una calle; de allf- también E «= Santo, tan célebre por su poderosa proteccién contra 1a

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