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| | Ei dit 82 tel í É e como la pluma que lleva el viento *- esperanza del 1mpi0es como e 7 q vet ( N a y nosotros, á pesar de ver cada dia frustradas nuestras esperanzas mundanas , no queremos persuadirnos de que ha de llegar infaliblemente lo que Dios promete. ¡Ah! el cristiano debe distar en un todo de los hijos del si lo, los cuales desesperando, se entregaron Q la disolu- ion ?. La esperanza es la que nos ha de sostener firmes en medio del torbellino de estos tiempos desgraciados, en los cuales la incredulidad , hija del orgullo, y amiga inseparable de la concupiscencia y de la lujuria, va con engañoy artificio insinuándose por todas partes, y di- ciendo que gocemos del mundo presente, y hagamos poco caso de las promesas ?. ¡Ah! en todo tiempo y á cada hora pensemos que sin la gracia del cielo nada po- demos para nuestra salvacion, y esperando en Dios como en nuestro Padre, temámoslo siempre como á nuestro Juez. MÁXIMAS. La esperanza es una virtud que nos hace mirar todo lo terreno como nada, comparado con los bienes veni- deros. Quien tiene esta virtud, hace milagros, milagros de la gracia divina. Bienaventurado el hombre, dice el Espíritu Santo, que no esperó en los tesoros ni en el dine- ro. ¿Quién es este, y lo alabaremos? porque hizo maravillas en su vida ?. 1 Sap. cap. 5, v. 15. 2 Epbhes. cap. 4, v. 19. 3 Venient in novissimis diebus ¡llusores, juxta proprias con- eupiscencias ambulantes, dicentes: ¿ubi est promissio? (2 Petr. cap. 3, v. 3 y 4.)
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