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mE 15 tiemblan delante de Dios, y nosotros lo despreciamos *. Avivémosla por tanto, pidiéndosela al Señor con hu- mildad, y prometiéndole que corresponderemos á sus divinas inspiraciones. Si queremos ir al cielo, este es el camino. : MAXIMAS. Es la fe para las almas lo que las alas para las aves: porque así como cuanto mayores son en estas las alas, mas vuelan hácia las nubes; así cuanto es mayor y mas viva la fe de aquellas, con mas fuerza y vehemencia vuelan á Dios. Cuando los patriarcas vivian en la tier- ra, habia muchas ciudades llenas de vanidad y de pla- ceres: mas ellos siempre miraban á la ciudad indestruc- tible del cielo, cuyo artífice es Dios ?. AFECTOS. O Corazon admirable de María, ciudad de Dios, al- cázar y corte del Rey de los siglos. ¿Por qué no he de te- ner yo siempre fijas en ti mis miradas? Hay en ti belle- zas divinas, placeres celestiales, y encantos inefables, y no pueden contemplarse sin que arrebaten el alma, ni gustarse sin que la embriaguen en el torrente de deli- cias de la casa de Dios. No miraré yo á la tierra, donde no hallo sino humo de vanidad, y estiércol de sensuali- dad. He hallado mi ciudad de refugio, donde veré cum- plidos todos mis deseos, que no son mas que conocer, amar y adorar á tu Hijo Jesus. Pero, ó piadosa Madre, purifícame tú misma cada vez mas con las llamas que 1 Dosmones credunt, et contremiscunt: homines credunt, et contemnunt. (Div. Bernard. Serm. 4 de S. Benedict.) 2 Hebr. cap. 11, v. 10.

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