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74 rupta y madre fecundísima , sino porque ha creido; pues en efecto, de poco sirviera á María concebir á Dios en las entrañas segun la carne, si antes no lo hubiera engendrado por la fe en su corazon, uniéndose á él por la fe y la caridad *. ¡Ah, qué sublime y acabado magisterio tenemos en la Madre de Dios! María, que en el primer instante de su sér tuyo mas ciencia infusa que los querubines, ape- nas la reveló el Señor los arcanos misteriosos é incom- prensibles de su sabiduría, creyó con humildad, sin pretender escudriñar aquel océano de la luz increada en que Dios habita: y empezó en el mismo instante 4 amarlo, y servirlo sin haber dejado pasar un solo mo- mento de su vida, en que no creciese en ella esta fe. por los actos contínuos con que la ejercitaba. ¡Qué con- fusion para nosotros si confrontamos nuestra fe con la de nuestra Madre y Maestra! En María todo es humil- dad, castidad, recato, fuga del mundo, mortificacion de los sentidos, y consideracion contínua del amor de Dios y de su propia bajeza: en nosotros todo es disipacion, sensualidad, y orgullo. ¡Qué anhelo por adquirir oro! ¡Qué ansia por procurarse con él Cuanto contribuye á fomentar la vanidad! ¡Qué esfuerzos para salir, cada Cual, de su esfera, no contentándose ninguno con lo que Dios ha dispuesto y permitido! ¡Ay! Falta la fe, y cuan- do no llevamos en la mano esta luz, facilmente hace- mos divorcio de Dios, renunciando al cielo por los bie- nes falaces y caducos de la tierra, y llegamos á ser qui- zás mas inícuos que los espíritus malos, pues ellos 1 Materna | ropinquitas nihil Marie profuisset, nisi felicius Christum corde, quam carne, gestasset. (Div. August. lib. de S. Virg., cap. 3.) IATA

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